Solía
ser tan cínica. Solía ser tan sarcástica, que el afecto era rechazado por mi
cuerpo y la más mínima muestra de cariño era bloqueada por mi cerebro.
Estaba
sola y decidía estarlo. Las personas hacen daño a otras personas y yo ya tenía
suficiente con las heridas mentales que me auto infligía.
Crecí
sola, sin hermanos, con familia lejos, con amigas de a ratos, con padres que no
se sentían cómodos haciendo lo que me gustaba. Crecí sola hablando a la almohada,
creando un mundo de fantasía en mi mente, creando amistades duraderas, familia
que me apoyaba, creando recuerdos felices y tristes de momentos que no
ocurrieron.
Cuando
me tocaba relacionarme con el mundo real lo hacía momentáneo, cuando era
necesario, el resto del tiempo volvía a esconderme en mi gran y genial caparazón
de una vida que no era perfecta pero era cómoda, esa vida que no existía más
allá de las barreras de mi imaginación.
Pero ¡oh! Pero, llegaste tu con tus labia muy practicada y tus acciones usadas y las
paredes se derrumbaron con un solo “te amo”. Porque fue un te amo tan latente,
tan presente que corrió por mi garganta y se quedó a vivir en mi corazón, un
inquilino permanente.
Mi
vida cambió, ya no necesité a mis amigos creados, ni a la familia falsa, no
necesité ese mundo pues tú me había abierto el universo de la realidad, una
realidad con la que me sentía cómoda, que me gustaba más que mi vida mental.
El
tiempo fue perfecto y los recuerdos eran reales. Las sonrisas abundaban y la
boda se acercaba, porque no dudé en decir que sí quería pasar el resto de mi
vida a tu lado, después de todo me hacías adorar la realidad. Me hacías
adorarme. Mi vida era perfecta.
Y
mentiste. Mentiste de nuevo. Me tomé un tiempo y te perdoné, volvía colocar tu
imagen en el pedestal de mi corazón, aún así no se apagaba mi sonrisa.
Y
decidiste que no me querías. Después que decidí romper mis amistades creadas y
divorciarme de mi familia falsa, pues ya no los necesitaba. Comenzaste a
alejarte. Me indicabas confusión. Salías con otra mujer, y yo enfrentándome a
la realidad, a esa realidad que evite por décadas, la realidad de que estaba
sola, que nadie escuchaba mi llanto y mis súplicas de amor eran ignoradas,
porque te amé, te sigo amando, me enfrenté a la realidad de que las personas
hacen daño a otras personas.